Del prólogo de la obra:
Es un orgullo para mí poder escribir este prólogo, ya que nunca he ocultado mi admiración por Teresa (Perales).
Para mí, hablar de ella es dibujar un modelo a seguir, una inspiración que va más allá de la atleta profesional. A sus extraordinarios logros deportivos, referente indiscutible del deporte paralímpico, se unen, creando un perfecto tándem, sus ejemplares cualidades humanas, con las que ha logrado mostrar a la sociedad mundial hasta dónde puede llegar una persona cuando se lo propone. «Cuando luchas, no hay límites», ese es su lema. A Teresa me une una amistad que se ha basado desde el principio en un respeto mutuo de valor incalculable. Ella es además una gran maestra, toda una mamá leona; aún trastabilla el recuerdo de la inspiradora charla que ofreció a más de sesenta jóvenes en uno de los talleres que organizamos desde la Fundación Gasol: «No hagáis caso de las etiquetas que os pongan, pero sobre todo, nunca dejéis de soñar y de trabajar para lograr vuestro sueño». Testimonios como el de Teresa acercan a las generaciones futuras (y a las presentes) a una realidad que muchas veces parece demasiado lejana, pero que está a nuestro alrededor en el día a día: el deporte paralímpico es la plataforma ideal para concienciar de que la capacidad de superar las adversidades depende de cada uno. Como ella misma reconoce, el trabajo duro no garantiza la victoria, pero sí garantiza un gran proceso de aprendizaje de valor.
Amiga, eres el espejo en el que mirarnos: tu pasión arrolladora, tus ganas de superación constante y tu compromiso social son solo algunos de los valores por los que eres digna de admiración. Con este homenaje, estamos recordando a la sociedad que con constancia, ilusión, ímpetu y esfuerzo estamos más cerca de alcanzar nuestros sueños.
Muchas gracias, Teresa, por demostrarnos, con tu participación en los próximos Juegos de Río 2016, que los sueños no tienen fecha de caducidad.
Con cariño, tu amigo Pau.