A EMILIA PARDO BAZÁN (1851-1921), que acabó con el tabú que circunscribía a las escritoras a la parcela de la «literatura femenina», deben las letras españolas la introducción de los principios de la escuela naturalista, tal y como fueron definidos por Émile Zola; y ello en el doble nivel de la narración y la crítica literaria.

El compromiso de la condesa de Pardo Bazán con el naturalismo no le impidió, sin embargo, adoptar ciertas distancias a su respecto y afirmar una originalidad e independencia propias a la hora de formular teorías o de plasmar novelescamente la realidad. En «La cuestión palpitante» —ensayo polémico que antecede en cuatro años a LOS PAZOS DE ULLOA (publicada en 1886) y que es, en cierto modo, su preparación teórica— la narradora gallega critica el determinismo y utilitarismo de la escuela de Zola, «su carácter cerrado y exclusivo, que se parece a las habitaciones bajas de techo y muy chicas, en las cuales la respiración es insuficiente».

En todo caso, los trabajos teóricos de la Pardo Bazán forzosamente han de ser puestos en relación con su obra narrativa, ya que, en última instancia, son sus convicciones de creadora las que orientan su estética. En «Los pazos de Ulloa», su más lograda novela, la crudeza de las situaciones y descripciones —que escandalizaron a la sociedad de su tiempo— se aúna con una delicada sensibilidad para el paisaje de su tierra natal y con una decidida voluntad de revelar, por medio del artificio novelesco, las dimensiones ocultas de la realidad. «La madre naturaleza», que es su directa continuación, lleva a un nivel todavía más elevado de expresividad lírica y riqueza léxica la descripción del país gallego.

El volumen de relatos publicado también en esta misma colección —«Un destripador de antaño y otros cuentos»— permite, finalmente, apreciar la extraordinaria capacidad de fabulación de la gran escritora.